El miércoles 28 de noviembre a las 19 horas se presenta en el recientemente inaugurado marcablanca (calle Peñuela, 33. Madrid) el cuarto volumen de CURADOR, un proyecto editorial impulsado y dirigido por Alejandro Meitín. Junto a él y a Blanca Sotos, quien está al frente del espacio que nos acoge, estaré hablando sobre libros objeto, libros de artista y libros de arte.
A través de este encuentro e presentan ante el público dos proyectos de gran envergadura, aunque el diálogo pretende ser también un debate abierto sobre las posibilidades de la edición como espacio creativo en el contexto de las artes plásticas. Por un lado destaca el comisariado y seguimiento que el artista Joël Andrianomeriasoa ha hecho del último número de CURADOR, destinado a ofrecer toda una red de referencias culturales, sociales y emocionales que confluyen en su obra y que quedan perfectamente retratadas a través de este volumen que tiene por título Yuri (Deseo). Y por otro cabe destacar la apertura al público de marcablanca, espacio que a partir de ahora tiene como objetivo la reflexión en torno la experimentación editorial y que con tal fin cuenta con una biblioteca especializada en arte contemporáneo y un original programa de actividades culturales que conoceremos el miércoles.
Me sumo a este diálogo con la ilusión de haber participado en el último volumen CURADOR con un poema que quiere ser el eco en español del universo estético de Joël Andrianomeriasoa, marcado siempre por una persistencia misteriosa del deseo.
IRY (Deseo)
La nube descendió hasta el arroyo
para cargarse de agua antes de la tormenta
y al beber se tragó los renacuajos
que, como bayas negras,
maduraron en aves anfibias
condenadas al cielo
e impacientes por estrenar sus ancas,
saltando entre los charcos y barrizales.
Cuando estalló la lluvia
y el cielo se rasgó como la piel de un cítrico,
la nube vomitó ranas de color verde y marrón casi negro,
tizones diminutos que al golpear la tierra
parecían pedrisco de verano.
Croaban como pájaros histéricos,
temblaban como espigas de papel,
como recién nacidos de la tripa de una ahogada,
Ofelia que flota entre flores tiernas
y tallos arrancados,
en una poza de vértigo y placer.
Cesa la lluvia,
sopla otra vez el viento del estío.
Al tocar con sus vientres el polvo seco,
como notas de música se evaporan
y vuelven a ser lo que antes eran
semillas de deseo.